09/03/2018
A ver cómo empiezo a reseñar algo que no me ha gustado NADA!
Me ha resultado soporífero, no he sido capaz de terminármelo, abandoné en la
página 224 (total 273).
Creo que aguanté tanto leyéndolo porque interesante sí es,
pero la forma de narrar, cómo la autora te lleva de un lado para otro y te
cuenta las historias, no me ha enganchado nada.
Con el libro aprendes/te recuerda que no somos nada una vez
muertos, no hay estatus social una vez fallecido, sí para darte entierro y demás,
pero como ser humano muerto, estar en la morgue y fases de descomposición,
entre otras cosas, no nos diferencia los unos a los otros.
Con el libro conoces rituales budistas, cultura wari,
occidental, oriental… Cómo se embalsama, cómo se las pueden llegar a ingeniar para
dejar visibles los cuerpos, los vómitos, líquidos y demás fluidos que pueden llegar a expulsarse una vez muertos, autopsias… Un sinfín de cosas que muchas veces preferimos no
pensar/conocer, y forman parte de nuestra existencia.
Aprender... es por lo único que alargué tanto su lectura.
PD: No me he reído nada.
Sinopsis
La mayoría de la gente prefiere no pensar en la muerte, pero Caitlin Doughty, por entonces una veinteañera licenciada en Historia medieval y cierta afición por lo macabro, comenzó a trabajar en una funeraria y convirtió así lo que era una curiosidad morbosa en su profesión. Tuvo que aprender a ocuparse de toda clase de cadáveres, adentrándose en un mundo insólito con abundantes dosis de humor negro y extraños personajes de este mundo y del otro. Hasta las cenizas va desvelando los entresijos de un oficio muy peculiar. Y responde a preguntas que ni siquiera te habías planteado: ¿Un cadáver puede contagiarnos una enfermedad? ¿Cuántos cadáveres caben en una furgoneta? ¿Qué aspecto tiene una calavera en llamas? Con un estilo desenvuelto y una ironía en ocasiones desternillante, Caitlin convierte un tema tabú como la muerte en algo tan accesible como absorbente